BASSO - TRAVERSO - BELTRAME - ASTIZ


Entrevista al señor Jorge Basso, N° 1, lunes 29 de enero de 1996

Es u placer hablar de mis familiares, de los pioneros que ha tenido Ituzaingó; es un orgullo por parte paterna y materna. Ellos ya no están, pero los sigo recordando con tantísimo orgullo, porque esto va quedando para los sucesores de uno, o sea, mis hijos y mis nietos.
Sí, soy nacido y criado acá en Ituzaingó. Hijo de don Félix Antonio Basso y de Elvira Paulina Traverso.



El tradicionalista Jorge Basso y su hermana, aprox. año 1930

¿Cómo se inicia la familia materna?
Los Traverso ya estaban por Ituzaingó allá por el año 1870 y algo. Don Santiago Traverso con sus hermanos Pedro y Luis tenían un campo que estaba ubicado en Brandsen y Gaona, era un triángulo. Ahí, en esa propiedad, mi abuelo primero tenía chacra, cuyos productos los llevaba, por medio de carretas, por la calle Gaona. Llevaban pasturas y comestibles hasta el mercado de Liniers o el mercado del centro. También usaban chatas.



¿Qué es una chata? Antiguamente era un carruaje de cuatro ruedas con eje delantero giratorio que podía ser de lanza o de vara; casi siempre era de lanza, porque se le ataban una, dos o tres yuntas de bueyes o de caballos. Se ataban tantos animales porque eran carruajes que iban muy cargados y no existía el pavimento. Durante el verano andaban bien en la tierra, pero en el invierno, con el barro, tenían que esforzarse los animales.
Posterior a ello, ya pisando el siglo XX, mi abuelo pone un tambo y siguen en el campo mis dos tíos abuelos: Pedro sigue con lo que puede ser cosecha y Luis se viene para el lado de la zona que hoy conocemos como Fortín El Gallo y allí se dedica a criar animales e instala una chanchería. Actualmente se conserva parte de ese casco. Allí nacieron varios hijos.
Mi abuelo Santiago Traverso está casado con Paulina Vicenta Beltrame –de los Beltrame les hablaré más adelante. Los hijos de este matrimonio fueron: Santiago Traverso, Juana Traverso, mi madre, Alberto Traverso –fallecido hace poquitos días- Isabel y “Cachita” Traverso. Todos los hijos criados directamente en ese campo.
Santiaguito Traverso y Alberto Traverso fueron de los primeros lecheros que tuvo Ituzaingó; vendían la producción de ese tambo de mi abuelo. Uno tenía la parte norte y el otro la parte sur. Desgraciadamente no por mucho tiempo, ya que pisando el año 1942 Santiaguito Traverso –mi padrino- es muerto en un accidente ferroviario, frente a lo que hoy es Botta. El baja del carro para cruzar la vía, que antes se cruzaba así nomás, y lo toma desprevenido una locomotora. Iba a la quinta de Firpo, otro viejo residente de Ituzaingó. Alberto Traverso sigue de lechero durante varios años más y después se casa con “Pocha” que es la madre de todos estos chicos: Alberto, Ernesto, José Luis Traverso, los que hoy tienen la forrajería en Alvear casi esquina Olavarría.
Volvamos a mis abuelos. Usted me pregunta por qué me gustan tanto las cosas del campo. Bueno, porque indudablemente soy nacido en Ituzaingó, pero hijo de una mujer nacida directamente en el campo y nieto de hombres de campo. Muy asiduamente, viviendo en Ituzaingó, concurríamos al campo de mis abuelos. Quiero referirme, a raíz de esto, a una persona que se llamó don Hilario Rodríguez.
Fue un viejo paisano y tropero de acá de Ituzaingó, que traía tropa de afuera y paraba con todo su arreo y sus peones en la punta del campo de mi abuelo donde existían dos ombúes muy grandes. Ahí paraban, pernoctaban, se asentaban, a pesar de que la hacienda quedaba sobre lo que hoy es Gaona para después seguir con ella hacia el mercado.
A este hombre le gusta tanto esa parte que decide hablar con mi abuelo porque le gustaría venirse para estos campos adyacentes a lo que era Ituzaingó. Este hombre, recién casado, con su mujer bien metida adentro en el campo, habla con mi abuelo para ver qué le podía conseguir.
En esa época no había un Estado tan comercial, que hace inspecciones, y mi abuelo se siente tocado en sus fibras más íntimas y se hace amigo de este paisano. Le cede, así como lo escucha, le cede tres hectáreas, en lo que hoy sería Gaona y Santa Rosa, para que haga su casa, su aposento conyugal para que pueda traer a su mujer.
Efectivamente construye un rancho, trae a su mujer en anca y ahí asienta su hogar. De esa familia nacen tres hijos: Emilio Rodríguez, que luego fue uno de los primeros martilleros que tuvo Castelar, Pedro Rodríguez y “la China” Rodríguez.
Hilario Rodríguez es el hombre que me enseña a mí a andar a caballo. Cuando yo tenía dos años es el hombre que me pone arriba del caballo y me cuenta anécdotas de campos, de arreos, de personajes ya olvidados. Me hacía una escapadita desde el casco de mi abuelo hasta la casa de él, que había unos doscientos o trescientos metros y la alegría mía era estar en el rancho de él mientras su mujer cocinaba y él hacía su descanso del mediodía.
Yo me sentaba en su recado, que solía ponerlo en el suelo. Ese fue el hombre que me enseñó a andar a caballo, a trabajar con los vacunos, juntamente con mi abuelo. Así me fui haciendo y quedó tanto, tanto en mí que me quedó como una marca estampada a fuego.
Bueno, eso es lo que yo trato de pasarles a mis hijos y mis nietos, queriendo la parte tradicionalista y cuidando los lugares más auténticos de Ituzaingó y su gente pionera como han sido los que les nombré y mucha más gente, que con el correr del relato iremos nombrando.
Mi madre se casa por el año 1927 con Félix Antonio Basso, que era hijo de Félix Antonio Basso. Mi padre vivía en la calle Santa Rosa y Rivadavia. Mi abuela paterna era María Teresa Astiz de Basso, a su vez ella hija de Vicente “el vasco” Astiz, que había comprado en Santa Rosa y Rivadavia a fin del siglo pasado, estamos hablando de 1880y pico.
El había venido de España y se había casado en la parroquia de San José de Flores con María Teresa Larrea, y se había afincado en un campo por la zona de lo que hoy conocemos como Pontevedra, con un Curiato anterior al de Morón.
En esa época había todavía grupos de sublevados que cometían atropellos y mi bisabuela no quiere estar más en el campo. La parte de atrás de éste daba a las “puertas de Ituzaingó” atrás de la colonia de ancianos Martín Rodríguez. El compra, entonces en Santa Rosa (hoy Blas Parera) y Rivadavia. Ahí nace mi abuela, María Teresa Astiz, mi tío abuelo Vicente Astiz. Mi abuela se educa en la escuela n° 6 de Ituzaingó, que estaba frente a la propiedad de ellos en Santa Rosa y Rivadavia. Mi padre también se educa en esa escuela, pero ya estaba ubicada en su emplazamiento actual. Yo también fui a ella y mi hijo… ¡Cuatro generaciones en la misma escuela!
Cuando ellos son mayores, mi abuela ya para casarse, la casa iba a parecer pequeña y mi bisabuelo decide regalarles a mi abuela y mi tío abuelo esa propiedad de Rivadavia y Santa Rosa (Blas Parera), que además estaba separada de la casa de la familia Seré por un callejón que arrancaba en Santa Rosa y llegaba hasta Morón (¿Fray Santa María de Oro?) Parte de esa casa todavía se conserva.
Mi bisabuelo compra otra manzana en 24 de Octubre y Blas Parera donde aún quedan vestigios de la casa de mi bisabuelo y hasta hace poco también se conservaba el molino. Ahí se establecen mis bisabuelos. Mi abuela se casa y mi tío abuelo Vicente también, pero se muda con su esposa Magdalena a la casa de mis bisabuelos, ya que éstos estaban muy solos en una casa tan grande.
Mi abuela queda, entonces, con su esposo en la casa de Rivadavia y Santa Rosa (Blas Parera). De esa unión nace mi padre, Félix Antonio, en 1904, mi tía María Teresa que luego se casa con el capitán de fragata Giorgi y nace “Pocha” casada con un personaje muy importante en ese entonces del Correo Central, residente en la zona de Liniers.
Mi padre se casa con Elvira Paulina Traverso. ¿Cómo la conoce? Enfrente a nuestra propiedad estaba la familia de los Beltrame, que habían comprado al último pulpero la Pulpería “Bartolo”. Este nombre venía de uno de los primeros pulperos, que así se llamaba, y le quedó ese nombre. Hay una extraña coincidencia con respecto a los sucesivos dueños de esa pulpería: las esposas de todos ellos se llamaban Rosa y eran devotas de Santa Rosa. Inicialmente esa era la parte central del pueblo, que en honor a estas mujeres y a su devoción se llamó Santa Rosa.
En esa pulpería paraban todos los troperos que traían la hacienda de afuera. Propiamente dicho, los animales eran dejados a resguardo en una pulpería pobre, muy pobre, que se llamaba “Cabeza de pollo” y estaba ubicada frente a lo que hoy es el Asilo de Ancianos. Una vez tomados estos recaudos los paisanos se arrimaban a la pulpería de “Bartolo”.
A su vez, frente a esta pulpería había –en lo que después se conoció como la casa de los Gentile- una pulpería-posta, donde no paraban troperos, sino gente de otra categoría, que viajaban en ls antiguas galeras, que allí se detenían.
En esos años las galeras que salían de Buenos Aires hacían una primer parada a la altura de Flores o Floresta y luego “le pegaban” hasta Ituzaingó. Hasta no hace much otiempo se conservaron los establos. Allí paraban y pernoctaban para luego “levantar el camino” del norte, atravesando el Puente Márquez.
Pero esto no se hacía así nomás. Frente al campo de mi abuelo Traverso, existía un alcalde, llamado Naón (de este lado estaba él y del otro lado estaba un hermano suyo) y se cobraba peaje para cruzar el puente de un lado al otro. Pagaban las galeras, las tropas, las majadas, las gentes… todo el mundo pagaba. Después con los años eso fue desapareciendo. El puente era de madera, no es el actual, ni el puente de acceso lateral, éste estaba en lo que sería el medio entre ellos dos. Tengo fotos que sacó mi padre, de cuando Alain Elchifle cruzó el puente con Gato y Mancha en su histórico recorrido por todo el continente hasta América del Norte.
Volviendo a la pregunta pendiente ¿Cómo conoce mi padre a mi madre? Mamá venía a estudiar corte y confección desde el campo y paraba en casa de los Beltrame, oriundos, fundadores, pioneros de Ituzaingó. Miguelito Beltrame todavía vive, llevando sus noventa y pico de años muy bien; era primo hermano de mi madre, y por lo tanto, tío segundo mío. Mi mamá paraba allí en esa casa. Eran tan pocos que a mi papá no se le escapa la presencia de esta chica muy bonita, trigueña, y como conocía a los Beltrame, comienza a frecuentarlos y se enamora de ella. En otra oportunidad les hablaré de anécdotas de su noviazgo y los sacrificios que hacía mi padre para visitar a la novia.
Se casan mis padres y siguen viviendo en esa casa de Santa Rosa y Blas Parera. De esa unión nacimos, por orden de aparición: yo, Jorge Basso, y mi hermana Edith Estela Basso. En esa casa seguía viviendo mi tía María Teresa y nacen mis dos primos, hijos de ella. La única que no se casa es mi tía Pocha. Mi tía María Teresa con su esposo el capitán Giorgi se muda a Castelar. En el año 1939 se vende esa manzana en 64.000 pesos moneda nacional y nos vamos durante unos cuatro años a vivir a Castelar. Volvemos a Ituzaingó donde papá compra una propiedad y aquí vivimos desde entonces. Aquí me casé y viven mis hijos y espero que lo hagan también mis nietos.

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